"En Estambul, la amargura es tanto un importante senimiento de la música local y un término fundamental de la poesía como una manera de ver la vida, una actitud mental y lo que supone el material que hace a la ciudad ser lo que es."
Orhan Pamuk, Estambul Ciudad y Recuerdos
Cruzando el Bósforo |
Llegué a
Estambul queriendo encontrar el hüzün. Caminé por sus calles, me perdí por
sus barrios, visité varias de su más de 3000 mezquitas, navegué por el Bósforo
y por el Golden Horn, me sumergí ansiosa
en la ciudad con la expectativa de encontrarme con esa amargura tan
omnipresente descrita por el premio Nobel del literatura turco. Palpar esa amargura, poder percibirla y compartirla y hacerla propia significaría que
vería la ciudad como la ven ellos, que la entiendo, que la sufro, que la
siento.
Pamuk
explica que el hüzün surge del saber
que en algún momento fueron parte de la antigua Constantinopla, capital de
varios imperios, centro del mundo. Es una amargura que no es nostalgia y que no
se reniega, sino que - como define él- "asumimos con orgullo y compartimos como comunidad". Supongo que
al abrazarse a esa amargura de alguna
manera buscan seguir conectados con su pasado glorioso. Es su manera de
manifestar que hoy aceptan que están como están, pero que saben que pueden - y
deben – estar mejor. Es el inconformismo de un pueblo que supo tenerlo todo.
En la Hagia Sophia |
Sin
embargo, a medida que pasaban los días los sentimientos que me surgían eran
fascinación, inquietud, admiración, intriga, sorpresa y toda una gama de
emociones que estaban muy lejos de esa amargura que buscaba tan
empecinadamente.
Pero será
que mientras Pamuk ve los fantásticos monumentos árabes como un constante
recordatorio de la grandeza perdida de
Estambul, yo, que conozco Estambul por primera vez y no exijo ni pretendo mas
de ella, inconscientemente hago caso omiso de la parte de "perdida" y
me quedo admirando incrédula la belleza y el poder de la ciudad actual.
Será que
mientras Pamuk llora la ausencia de personajes y costumbres
"exóticos" que se fueron perdiendo con la occidentalización de la
ciudad; yo - que no tengo punto de comparación - no puedo caminar mas de una
cuadra sin ver algo nuevo, distinto o anormal (llamemoslo -¿por qué no? – “exótico”)
que me llame la atención.
Será que
mientras él ve la pobreza general como una herida que no deberían tener; yo -
que llegué esperando mucho mas pobreza - me fui asombrada por la pujanza y el
nivel de vida.
Él vio
miles de mansiones a orillas del Bósforo desaparecer incendiadas; yo sólo ví el
mar plagado de palacios y palacetes impactantes.
Él vio una
ciudad que creció diez veces su tamaño en menos de cincuenta años sin dar
abasto, con costumbres y ese sentimiento más cálido que se perdían en el
interín; yo sólo vi una ciudad enormemente extendida, única, linda y amable.
Adentro de la Blue Mosque |
Tardé
varios días en aceptar que no iba a ver esa amargura, que mi afan de sentir la
ciudad como los locales iba a ser imposible no porque fuera falso, sino porque
-justamente- , es necesario ser local para sentirlo. Y yo no sólo no soy local,
sino que soy enormemente extranjera.
¿Cómo puede ser que sepamos tan poco de ciertas partes de la historia del mundo? ¿Qué entendamos tan poco ciertas religiones? ¿Y qué inevitablemente vayamos formando una visión tan subjetiva y condicionada de lo poco que sí conocemos? Nos dejamos llevar por ese mundo tan fantástico como aparentaba serlo en Las mil y una noches, nos metíamos constantemente en internet para descifrar mejor alguna etapa de su pasado, nos reíamos de que los personajes que ellos consideran héroes, a nosotros en nuestra historia o en la cultura popular nos los pintaban como los "malos", nos entreteníamos con largos debates sobre la dicotomía oriental/occidental y cuestionábamos esa asociación de lo occidental con el “progreso”.
Principalmente, nos quedamos mesmerizados frente a ese mundo tan similar al nuestro y a la vez tan distinto, tan antiguo y a la vez tan moderno, simplemente tan contradictorio, tan misterioso, tan atrapante, tan admirable, y, al fin y al cabo, -desde los ojos de un extranjero- tan poco amargo.
¿Cómo puede ser que sepamos tan poco de ciertas partes de la historia del mundo? ¿Qué entendamos tan poco ciertas religiones? ¿Y qué inevitablemente vayamos formando una visión tan subjetiva y condicionada de lo poco que sí conocemos? Nos dejamos llevar por ese mundo tan fantástico como aparentaba serlo en Las mil y una noches, nos metíamos constantemente en internet para descifrar mejor alguna etapa de su pasado, nos reíamos de que los personajes que ellos consideran héroes, a nosotros en nuestra historia o en la cultura popular nos los pintaban como los "malos", nos entreteníamos con largos debates sobre la dicotomía oriental/occidental y cuestionábamos esa asociación de lo occidental con el “progreso”.
Principalmente, nos quedamos mesmerizados frente a ese mundo tan similar al nuestro y a la vez tan distinto, tan antiguo y a la vez tan moderno, simplemente tan contradictorio, tan misterioso, tan atrapante, tan admirable, y, al fin y al cabo, -desde los ojos de un extranjero- tan poco amargo.
En el Spice Market |
objetivamente EXELENTE tu descripcion.
ResponderEliminarTal cual lo que vivimos, buscamos algo y encontramos muchas otras cosas que no imaginamos
beso enoorme
que buen viaje
SOS CRUEL. Esto que escribiste está demasiado bueno, perfecto... ayyyyyyy quiero viajarrrrr...
ResponderEliminarRealmente es Cande una linda descripción lamento no haberme perdido Estambul sino haber conocido ésta ciudad a través de tu sentir. Sos una viajera viajera.
ResponderEliminarCreo que a Pamuk le hubiera encantado leer tu punto de vista...
ResponderEliminarBuenisimo!! Me paso lo mismo, nada de amargura, pura fascinacion, impacto y deslumbramiento. Sin haber ido con ustedes, me alegra haberla igualmente vivido de la misma manera...
ResponderEliminarAme Estambul!