Inglés, inglesísimo
Londres me pareció interesante,
interesantísima. Hago énfasis en la expresión porque la palabra puede sonar a
poco y no es la intención. ¿Acaso hay ciudades –capitales- que no lo sean? En
fin, pero es que todo lo que conocía de ella me llamaba la atención, por raro,
por diferente…
Y es que la había visto tanto en las
películas, había leído tanto sobre ella y sobre su historia que creí que no me
llamaría la atención. Es más, debo ser sincera y confesar que no me llamaba la
atención en absoluto hasta que mi amiga Candus pensó lo contrario y decidió
apostarse allí y yo no tuve más alternativa (qué castigo el mío) que visitarla.
Vaya si no serán particulares los ingleses que
desde que llegué pude advertir algunas de sus características más resaltantes. Por
empezar, un guardia amable amabílismo que me dijo caballerosamente donde podía
encontrar el bus que me llevaría a la ciudad. Ahí tienen dos cosas: exceso de
amabilidad –que a uno lo hace sospechar- y ese “en Londres somos todos unos
caballeros y la hacemos sentir a usted una dama, a pesar de que vista como
vista” (pueden imaginar mi pinta de pasada por aeropuertos).
A propósito de la amabilidad, gracias a una
conversación con Candus y su amigo Pablo pude comprender un poco más este tema.
Al parecer hay una práctica muy extendida entre los comercios conocida como mystery shopper. Consiste en un
consumidor encubierto que después de visitar un local hace una evaluación de la
atención y puede derivar en beneficios del comercio y los empleados. Así es que
estos están siempre expectantes y a disposición de los clientes. Por momentos
me pareció exagerado e intimidante y en un local hasta tuve que aclarar que mi
intención sólo era la de tomar un café, pues me hicieron sentir la invitada
especial de la casa.
Lo siguiente que vi recién arribada fueron las
casas con su interior a la vista de todos. ¿Qué onda? Ya era de noche cuando el
bus pasaba por allí y la gente se negaba a cerrar las cortinas. ¿Pero es que
presumen de “somos tan correctos que no tenemos nada que ocultar”?.
Después fue llegar y, alegría mediante de
encontrar a Candus, no podía creer lo tranquilo de la ciudad a las diez de la
noche. Hicimos unas pocas cuadras caminando y eran tan residenciales que yo
creía que estábamos lejos lejísimos del centro de todo. Pero me equivocaba, las
áreas residenciales se reparten por toda la ciudad y el movimiento se concentra
cada tantas manzanas (por lo general alrededor de las estaciones de metro). En
lo que no me equivocaba era en sorprenderme con ello de que un restaurante
cerrase a esa hora y que un pub lo hiciese poco después, a las 23, y con aviso
de campana que sonaba más a un “¡hora de dormir, basta de tomar cerveza!”.
Los días que siguieron ya vi a Londres de día
y pude ir conociéndola un poco más, al tiempo que iba encantándome. Pero esta
no dejó de sorprenderme hasta el final…
Otros detalles que pueden hablar del
movimiento de la ciudad son por ejemplo los semáforos para el cruce de
peatones. Algunos de ellos duran literalmente unos treinta segundos en los que
sólo piensas “corre o te pisan”. Olvídate de cruzar una esquina transitada
charlando, primero está cuidar la vida de uno.
Ello me hizo pensar en la gente mayor, ¿cómo
hacen para cruzar? Pero bastó echar una mirada alrededor para no ver viejos.
Claro, si la ciudad se mueve a mil y no hay lugar para los débiles. En el metro
hay horas también en que la marea humana te aplasta. Me dio mucha pena esta
característica pues creía yo que, después de conocer Madrid, las capitales
europeas estaban más preparadas en lo que es un “transporte para todos” o
“ciudad para todos”.
La cantidad de cámaras, otro tema. Guau,
parece mentira, pero a uno lo están mirando todo el tiempo vaya a saber quién.
Pero bueno, al menos me hicieron sentir en una película de James Bond y eso era
divertido: “no mires a la cámara que pueden descubrirte”.
Los museos gratis también me sorprendieron.
Tremendos edificios que albergan siglos de historia de toda la civilización,
abiertos para todo el mundo como si nada. Vaya prioridades, el transporte puede
ser el más caro del mundo, pero la cultura y la instrucción están al alcance de
todos.
Bueno, el artículo se hizo un poco largo y no
me dio para escribir sobre tantas otras cosas de Londres: sus ferias, su clima,
el río, sus comercios, sus musicales (vimos el de Billy Elliot, excelente), su
industria cultural, su limpieza, sus espacios gastronómicos, la realeza, su
gente de todas las nacionalidades…. Pero soy sincera al confesar que los temas
en los que me enfoqué fueron tal vez los que más llamaron mi atención, al
menos
en un primer y corto vistazo de la ciudad.
Y claro, de más está decir lo bien que me hizo
mi dosis de Candus, ¡después de tantos meses de carencia! Asíque gracias amigui
por todo, fue increíble!!!
Uno de esos detalles insignificantes q mas me llamaron la atencion fue el subte y su constante "mind the gap, please mind the gap". DIos, cuanta gente se habra caido por el gap para q lo tengan q repetir con tanto enfasis??
ResponderEliminarQue buen encuentro con la salteña!!!
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