La Boda Real

El viernes 29 finalmente fue la boda que el mundo, y especialmente mi hermana Sofia, estaban esperando. Quedé totalmente anonadada por la multitud y el fanatismo, la gente acampó la noche anterior, viajaron desde todos los rincones del mundo, iba vestida de gala y con sombrero, todo para unos avistar a los novios unos segundos mientras iban o volvían de Westminster Abbey.

Ya para esta altura todos saben todos los detalles y las internas, así que voy a seguir con los docu-videos implementados por Magdu para limitar a dar mi perspectiva de la situación, obvio que como "Official Wedding Staff"

Hubo un vestido blanco, un príncipe, un carruaje y algunos sombreros particularmente horribles. Y, obviamente, en el centro de todo, un puestito de merchandising alrededor el cual todo giraba.

Fui, ví y vendí.

¡Y cómo! Vendí tanto tanto que juro no quiero ver una libra más en mi vida. Había cola para entrar y nadie salía con las manos vacías, se aferraban a los productos como si fuese pan previo al apocalipsis. Cuando se acabaron las tazas, los platos, los mazos de cartas, las biromes, los ositos especiales y los saquitos de té, la gente recurrió sin problema a los adornos navideños al desorbitante precio de 10 libras cada uno. Cualquier cosa con tal de tener los nombres de los novios y la fecha. 

Fui, ví y vendí.

Ahora sólo me queda esperar a esas tres o cuatro contadas ocasiones en todo el resto de mi vida en la que alguien mencione a los novios para que yo pueda creerme importante diciendo "¿Wills y katie? Sí, yo trabajé en  su casamiento... una pareja amorosa"